Página:Anton Chejov - Historia de mi vida - Los campesinos.djvu/434

Esta página ha sido corregida
47

Hubo un silencio. Y de nuevo se sacaron a colación las gallinas y los carneros, y se dijo:

—La culpa de todo...

—La culpa de todo—atajó Osip, sombrío—la tienen las Diputaciones.

VIII

La iglesia parroquial se hallaba a seis kilómetros de la aldea, en Kosogorov. Los vecinos de Jukov sólo iban a ella con motivo de funerales, bautizos o bodas. Oían misa y oraban en la iglesia de la otra ribera. Los días de fiesta, las muchachas, muy emperejiladas, iban a misa todas juntas, y era un encanto verlas caminar a través de los prados. Cuando hacía mal tiempo, la gente se quedaba en casa.

El viejo no creía en Dios, en el que no pensaba nunca. Admitía lo sobrenatural, pero lo consideraba materia sólo interesante para las mujeres. Cuando se hablaba en su presencia de religión y se le preguntaba, por ejemplo, su opinión sobre los milagros, solía contestar, un poco contrariado y rascándose la cabeza:

—¡Quién sabe! La vieja creía, a su manera; pero lo mismo era ponerse a pensar en sus pecados, en la muerte, en la salvación de su alma, otros pensamientos, relativos a la miseria, a los cuidados del hogar, acudían a su mente y ahuyentaban a los prime-