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mento advirtió la presencia de los huéspedes y se detuvo..

—¡Ah, ya habéis llegado!—exclamó, soltando a su mujer—. El querido hermano con su familia...

Se persignó, mirando al icono. Luego continuó, muy abiertos los rojos ojos de borracho:

—El querido hermano con su familia ha llelgado a la casa paterna..., ha llegado de Moscú..., de la capital..., de la ciudad de las ciudades... Con vuestro permiso...

Se sentó en el banco ante el samovar, y empezó a beber te a grandes y ruidosos sorbos, en medio del silencio de los circunstantes... Cuando hubo bebido a su gusto, se tendió en el banco, y momentos después roncaba.

Acostáronse todos. Nicolás, como enfermo, al lado del viejo, en la chimenea; Sacha, en el suelo, y Olga, en la porchada, con las otras mujeres.

—No llores, tonta—decía, tendida en el heno al lado de María—; no llores. Hay que tener paciencia y sufrir con resignación. La Sagrada Escritura dice: "Si te dan una bofetada en la mejilla izquierda, presenta la derecha." ¡Sí, pobrecita!

Luego empezó a contar, en voz queda, monótona, su vida en Moscú, donde había sido camarera de chambres garnies...

—En Moscú—decía—las casas son grandes, de granito, hay un sinfín de iglesias... En las casas, paloma, hay señoras y caballeros muy guapos y muy bien educados.

María dijo que ella no había estado nunca no