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con una expresión aguda de compasión y de dolor.

Después vino el doctor Jobotov: le traía bromuro. Ordenó a Nikita que barriera un poco la sala.

Por la noche el doctor Ragin tuvo un ataque de apoplegía y falleció.

Al principio sintió náuseas. Sintió como si algo repugnante se apoderara de su cuerpo, invadiéndolo de pies a cabeza; era como una ola de agua sucia que le inundara hasta los ojos y las orejas. Comprendió entonces que el fin se aproximaba, y recordó que Gromov, Mijail Averianich y con ellos millones de hombres, creían en la inmortalidad. ¿Si de veras fuera el hombre inmortal?... Después vió desfilar ante sus asombrados ojos un tropel de ciervos, bellos y elegantísimos. Después, una mujer le dio una carta. Mijail Averianich, inclinándose sobre él, le dijo alguna cosa... Después, todo se desvaneció. Y el doctor Ragin exhaló el último suspiro.

Los criados lo cogieron por las piernas y los brazos y lo trasportaron a la sala mortuoria.

Allí estuvo el cuerpo expuesto sobre la mesa, toda la noche, con los ojos abiertos al fulgor de la luna.

A la mañana siguiente entró el enfermero, oró piadosamente y cerró los ojos de su antiguo jefe.

Al otro día enterraron al doctor Ragin. Fuera de Mijail Averianich y de Daría, nadie más lo acompañó al cementerio.


FIN