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puedes buscarte otra colocación. ¿Por qué no te colocas en las oficinas de ferrocarriles? He hablado esta tarde con Ana Blagovo, y me ha asegurado que puedes encontrar en ellas un empleo, para lo que se halla dispuesta a ayudarte. ¡Por Dios, Misail, recapacita y haz lo que te pedimos!

Nuestra conversación se prolongó aún un poco, y acabé por capitular.

—Nunca—dije—se me había ocurrido ingresar en esas oficinas. Probaré.

Se trataba de una vía férrea en construcción en las cercanías de la ciudad.

Mi hermana se sonrió con alegría al través de sus lágrimas, y me apretó la mano. El quinqué se apagó del todo y me dirigí a la cocina en busca de petróleo.


II


Como no había teatro en la ciudad, solían organizarse funciones de aficionados, conciertos, cuadros vivos, a beneficio, naturalmente, de los pobres.

Entre los aficionados se distiguía la familia Achoguin, que tenía, como nosotros, su morada en la calle de la Nobleza. Casi siempre los espectáculos se celebraban en aquel amplio caserón. Los Achoguin pagaban todos los gastos y desplegaban gran actividad en los preparativos.

Era una familia de ricos terratenientes. Poseía