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lo demás, sin sufrimientos la vida sería monótona e insípida. Aquí nos tienen a nosotros encerrados tras estas rejas; nos martirizan y maltratan; pero eso le deja a usted indiferente, puesto que afirma usted que no hay la menor diferencia entre este manicomio y una sala confortable. Sí, no cabe duda que profesa usted una filosofía muy cómoda: no hay nada que hacer, tiene uno la conciencia tranquila, y todavía se da uno el lujo de ser filósofo y sabio.. No, señor mío; eso no es una filosofía ni es amplitud de miras: no es más que pereza, inercia, haraganería.

Gromov estaba cada vez más excitado. Tenía la cara encendida de indignación.

—Usted desprecia el sufrimiento—continuó—; pero si le cogen a usted un dedo en la puerta, se pone usted a gritar.

—Puede que no—dijo el doctor sonriendo.

—Sí, estoy seguro de que sí. ¡Me imagino cómo se pondría usted si, por ejemplo, se le paralizara el cuerpo de pronto! O figúrese usted que un imbécil lo injuriase brutalmente, y que se encontrara usted en la absoluta imposibilidad de vengarse; ¡ah, lo que es entonces entendería usted el sentido real del sufrimiento! ¡Entonces no le serviría a usted de consuelo su dichosa filosofía de la verdadera felicidad y el desprecio de los males!...

—Es sumamente original todo lo que usted me dice—observó el doctor con una risilla contenta y frotándose las manos—. Experimento un verdadero placer en escucharle. En cuanto al retrato moral