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los últimos veinticinco años, en la medicina se habían operado progresos maravillosos. Tales progresos le admiraban y le entusiasmaban. ¡Una verdadera revolución! Gracias a la asepsia, se hacían ahora operaciones que antes nadie se hubiera atrevido ni a soñar. Enfermedades tenidas por incurables se curan hoy con éxito y en muy poco tiempo. La teoría de la herencia, el hipnotismo, los descubrimientos de Pasteur y de Koch, todo esto abre a la medicina amplias e insospechadas perspectivas. La revolución afectaba también el campo del alienismo. Ya nadie les echa a los locos agua fría en la cabeza, no se les ponen camisas de fuerza, se les trata bien, y aun se les dan espectáculos y conciertos.

El doctor comprende muy bien que, en el actual estado de la psiquiatría, un antro tan abominable como la sala número 6, sólo es comprensible a 200 verstas del ferrocarril, en un poblacho cuyo alcalde y consejeros apenas saben leer y tienen una confianza ilimitada en el médico, y aun aceptaría que éste les echara plomo derretido en la boca a los enfermos. En cualquier lugar civilizado, la sala número 6 habría provocado la indignación general.

—Y con todo—medita el doctor—, la antiséptica, las invenciones de Pasteur y de Koch, nada cambian al fondo de la cuestión. Nada de eso basta para desterrar las enfermedades y la muerte. A los locos les darán espectáculos y conciertos, pero el número de locos no disminuye, y no es posible dejarlos nunca en libertad. Todo eso, en el fondo, son ilusiones,