sazones. Ya aquella primavera, en los primeros días de nuestro matrimonio, decepciones terribles habían turbado nuestra felicidad.
Mi mujer decidió edificar y costear una escuela para los campesinos. Yo elaboré un proyecto de escuela para sesenta muchachos. La administración del distrito lo aprobó, pero nos aconsejó que edificásemos la escuela no en Dubechnia, como pensábamos, sino en Kurilovka; una aldea algo mayor que distaba tres verstas de nuestra Dubechnia. El consejo era tanto más razonable cuanto que la escuela actual de Kurilovka, en la que estudiaban los niños de cuatro aldeas vecinas, Dubechnia una de ellas, era demasiado pequeña y estaba tan vieja que se temía su hundimiento el día menos pensado.
A fines de marzo Macha fué nombrada, conforme al deseo que había manifestado, miembro del consejo administrativo de la escuela de Kurilovka. A principios de abril congregamos tres veces seguidas a los campesinos de Kurilovka y tratamos de convencerlos de que su escuela era muy reducida y muy vieja y era necesario edificar otra. Después de las reuniones, los campesinos nos rodeaban y nos pedían dinero para comprar "vodka". El calor de la muchedumbre nos ahogaba, y nos apresuramos a marcharnos. Volvíamos a casa cansados, descontentos, decepcionados en extremo.