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la gente que venía a ver a la generala para cuestiones de dinero, empezaba por dirigirse a Moisey. Una vez vi que un campesino le saludaba con gran humildad. A veces entregaba él mismo el dinero, sin contar con su ama. Se advertía que hacía en la casa lo que le daba la gana.

Nos enojaba mucho su conducta inconveniente. Disparaba escopetazos contra nuestras ventanas; nos robaba comestibles; se servía, sin pedimos permiso, de nuestros caballos. Se diría que Dubechnia era suya y no nuestra.

Aunque nos indignábamos, Moisey seguía haciendo lo que se le antojaba.

—Cuando pienso que, aun tenemos que vivir mucho tiemipo con estos canallas!...—decía Macha.

Según el contrato, a la señora Gheprakov le asistía el derecho de vivir allí dos años. Su hijo, Iván Cheprakov, estaba empleado como conductor en el camino de hierro. Durante el invierno había enflaquecido tanto y se había debilitado hasta tal punto que con una copa de "vodka" se emborrachaba. Le avergonzaba ser conductor, lo que le parecía humillante para un noble; pero al mismo tiempo consideraba aquel destino muy ventajoso, pues le proporcicnabá ocasión de robar bujías pertenecientes al camino de hierro y venderlas.

Mi matrimonio con Macha le asombró, le enceló y le hizo concebir la esperanza de hacer cualquier día un matrimonio parecido. Miraba a Macha con entusiasmo, me preguntaba qué comía y no me ocultaba su envidia.