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MARÍA ALIAGA RUEDA

De mi destino escrito en los arcanos está ese beso. ¡Fuente de alegría

que evocará la casta melodía

que canté en años, del amor, tempranos!

Yo vivo en la esperanza de aquel beso y mi esperanza tiene tal dulzura

que con ánimo audaz, sólo por eso prosigo mi camino de amargura.

¡Mi humilde espera premiará el Señor i p y viviré un minuto de este amor!

n

El hechizo de sus manos

El amigo ignoraba que sus manos sedosas eran un talismán de tan rara virtud

que cuando acariciaba los seres y las cosas sin querer les traían la fuerza y la salud.

Yo sé el encantamiento de esas manos piadosas porque las he tenido cerca del corazón;

suaves como la carne de nardos y de rosas, tibias como la lámpara que enciende la ilusión.

Y él ignoraba todo lo que en sus manos buenas para curar heridas y para aliviar penas tan generosamente había puesto Dios.

El lo ignoraba; pero, yo se lo diré un día tal vez en otro mundo, cuando su alma y la mía en un feliz abrazo nos unamos los dos.

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