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350 —ANTOLOGÍA DE LA POESÍA FEMENINA ARGENTINA

PERFUMES DE OTOÑO

Se han dorado lentamente las obscuras cabelleras

de los árboles esbeltos, que las rubias primaveras convirtieran en hermosas esmeraldas refulgentes.

Ya el Otoño vuelca el oro de sus pródigas vertientes en la fronda cantarina, que cual mágico capullo

de áurea seda, se desgrana con un trémulo murmullo sobre el agua soñadora del azul lago que adoro...

¡El jardín está esmaltado con follaje tenue de orol

Ya en el pálido ramaje de los místicos rosales

que agonizan en la orilla de celestes manantiales, se deshojan dulcemente blancas rosas de la tarde en los brazos amorosos del crepúsculo que arde.

¡Oh perfume de las rosas otoñales, sensitivas

que marchítanse en los brazos del galán que las cautiva! ¡oh la trémula agonía de sus pétalos de raso:

níveas rosús deshojadas por el beso del ocaso!

¡Vierte, Otoño, tus hechizos en el reino de la Flora; vierte tu ánfora, repleta de esa luz que sabia dora los ramajes opulentos de los árboles espesos;

roba el alma perfumada de las flores con tus besos!

Ya Crepúsculo agoniza lentamente... El follaje teje el velo de su ensueño bajo el oro del paisaje, y las rosas otoñales, deshojadas por la brisa,

van cayendo dulcemente como extáticas sonrisas... Y yo sigo con mi ensueño por las áureas alamedas, aspirando del Otoño los perfumes de reseda, cuando el último destello del ocaso moribundo ¡marchitó la última rosa con un beso más profundo!