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DELFINA MOLINA Y VEDIA DE BASTIANINI 321

Vuelvo de aquella angustia, torcedora, implacable, penetrada mi alma del amargo, indeleble sabor...

Vuelvo, y la leve rama que diviso, moviéndose a través de mi ventana, de súbito, quebrando el cruel recuerdo,

me inunda de emoción... ¡Oh blanda amiga! ¡cuán tiernamente cedes al impulso del viento!

¡cuán tiernamente brindas tus menudas hojas a la radiante luz del sol!...

¡Oh blanda rama, buena,

buena con todos! ¡Si yo pudiera serlo!... ¡Oh dulce amiga mía!

¡enséñame el olvido y el perdón! ¡háblame, que tú sola

puedes calmar mi pena!

¡háblame, que tú sola

puedes abrir mi corazón!... ¡Háblame!... escucho tu lenguaje...

¡Oh mi buena ramita, dulce amiga! Vuelvo... ¿Dónde he dejado mi dolor?...

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Que el ruido de la lluvia que desfloca

la inmensa gris cortina de su llanto

sobre la tierra,

mi espíritu concentre y de mi boca

haga surgir el puro y tierno canto

de amor, en el refugio en que me encierra para tí, sola