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-Es necesario llamar á alguien, prosiguió él. Hay que vestirla!

Y dejó de nuevo caer su cabeza sobre el pecho, desalentado, loco, moribundo de dolor.

Manuela se levantó y tambaleando, tropezando con los muebles, enceguecida por las lágrimas, salió de la habitacion, á buscar en la vecindad una mano caritativa que quisiera ayudarla en la triste tarea de vestir á su madre muerta!...

Al salir, el frio de la noche la reanimó un poco.

— Madre mia!. gritó, ¡madre mia!...

Pero no dijo mas. Esas fueron las únicas palabras de desahago que pronunciaron sus lábios.

— Tendré valor! murmuró en seguida. Mi padre reclama mis cuidados; no dejaré de dárselos un solo instante.

Luego golpeó h puerta de la habitacion de una de sus vecinas, y relatándole con pocas frases su inmensa desgracia, le rogó quisiera ayudarla. La buena mujer saltó del lecho á toda prisa y con esa complacencia de las personas de la clase media, de quienes tan mal se habla, se comenzó á