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Y cada minuto era un siglo. El tiempo pasaba con espantosa lentitud. Ernesto contaba los latidos de su corazon, midiendo por ellos cada segundo que trascurria...... En su impaciencia paseábase á grandes pasos por la habitacion, sin cansarse, sin detenerse un momento.... Tenia fiebre: estaba en una inmensa sobreexitacion de los nérvios..... Temblaba sin temblar, si se me permite la frase. Sentia por todo su cuerpo una especie de fluido, algo como si una corriente eléctrica pasase bajo su epidérmis...

Entretanto Dupont habia entrado á casa de Arello.

Eugenia dormia. Don Miguel tenia entre sus manos una de Manuela, acariciándola sin cesar; la niña, sentada á sus piés y con la vista fija en su semblante, lo miraba con cariño.

Dupont, despues de saludarlos, habia ocupado una silla cerca de ellos. La conversacion se arrastraba lánguida y entrecortada. Armando no se atrevia á romper el fuego. Pero poco despues, haciendo un esfuerzo, comenzó el ataque.

— Veamos si lo quiere, se dijo.

— Estraño es que Ernesto no haya venido, añadió

en alta voz.