Página:Antigona - Roberto J Payro.pdf/44

Esta página ha sido validada
— 44 —

— Iremos al café, entonces, dijo Lindoro.

— Gracias, tengo que hacer y me voy inmediatamente.

— Irás á cenar con nosotros esta noche, supongo.

— Imposible; estaré ocupado hasta muy tarde. Adios.

Y salió.

Lindoro, fumando con toda tranquilidad un rico cigarro habano, dejóse llevar por sus pensamientos que nada tenian de sublimes á decir verdad. Porque nunca se ocupaba mas que de su ropa, de su calzado, del modo de peinarse, de adquirir ademanes llenos de gracia... Media hora estuvo al espejo, ántes de ir al teatro, pero al salir podia decirse que vestia irreprochablemente.

Dos dias despues Armando visitó á Gonzalez.

— Te has acordado de mi? preguntó éste al verle entrar.

— Ya lo ves. He venido.

Las relaciones se estrecharon. Dupont habia escondido las uñas y Ernesto cayó en el garlito. No podia suponer que el jóven fuese impelido por un

móvil tan infame, asi es que se dejó engañar fácilmente.