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— Es cuento largo y estoy ahora de prisa. Aquí tienes mi tarjeta; ve á visitarme á casa.

— Yo vivo en aquella de que acabo de salir. Cuando pases por ella, entra á estrecharme la mano.

— Lo haré. Adios.

— Adios.

Y Armando al alejarse murmuraba.

— Si no se alegra Lindoro, que el diablo lo lleve, amen.

Subió al tramway, y pocos minutos despues estaba junto á su amigo.

— Cómo te ha ido? preguntó Acuña, dominado por la impaciencia.

— A las mil maravillas.

— Encontraste el medio de que yo la visite.

— No me llaman Hazlo-todo?

— Si.

— Entonces?...

— Tienes razon; vamos á comer.

— De mil amores; tengo ,un apetito .... atroz!

— Cuándo podré ir á verla? preguntó Lindoro una vez que estuvieron sentados á la mesa.

— Dentro de un mes.