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XXIX

PRELUDIOS

La dicha habia comenzado á sonreir á Gonzalez, pero le guardaba aun mayores sorpresas. El primer dependiente de la casa de comercio en la que trabajaba, murió por aquellos dias, pasando él á ocupar su puesto. Despues de tanto luchar conseguia al fin la posicion anhelada. ¡Podia casarse con Manuela! Si alguna vez Ernesto fué cruel, lo fué en aquella ocasion. Llegó á alegrarse de la muerte de su compañero, no por su muerte misma sinó por el bien que le ocasionaba. No hay que extrañarlo. En los corazones mas nobles cabe siempre un poco de egoismo.

Cuando le comunicaron la fausta nueva no quiso retardar el instante de su felicidad. Corrió á su