duda algo malo, exclamó la jóven fingiendo hacer broma, por mas que las circunstancias fuesen muy érias para todos tres.
Dolores miró á Ernesto, como invitándole á que contestase; pero el jóven no pudo articular una palabra. Sin darse cuenta de ello, presentía sin duda lo que iba á pasar.
— No; hablábamos de Vd., y hablábamos muy bien, sobre todo don Ernesto, dijo la buena mujer, mirando fijamente á este último.
— Cierto? preguntó la niña, mirando tambien á Gonzalez. ¿Y qué decía Vd?
— Yo que... es Vd. muy buena, djo él, no hallando en aquel instante nada mas espiritual.
Dolores se rió.
— No decia Vd. tal cosa, dijo sin demostrar piedad.
— ¡Por Dios! exclamó Ernesto, que estaba en áscuas.
Manuela interrogó á su amiga con los ojos...
— Decia que la quiere á Vd. Y que Vd. no le