— Quédese Vd., dijo la jóven con acento dulce.
Estaba fuertemente sonrosada y su corazon latía con violencia. Apénas entró se detuvo un instante como para tomar aliento, y luego murmuró:
— Casualmente pasaba por delante de la puerta y como vi que ... Vds. conversaban, quise tambien tener un rato de descanso.
Ernesto no supo que posicion tomar; el asombro mas grande se habia apoderado de él, sin que comprendiese la razon.
— Muy mal me tratan, continuó la jóven, sobre todo Vd., Ernesto, que me vé entrar y le tengo que pedir que se quede, porque sinó...
— Señorita... murmuró él.
Manuela se sentó; la expresion de su rostro daba á entender que se proponia llevar á cabo algun proyecto de graves consecuencias.
— ¿De qué se hablaba? preguntó.
— Yo ... ella... tartamudeó Ernesto, profundamente turbado.
— Hablábamos de Vd., dijo Dolores que, como mujer, comprendió al instante de lo que se trataba.
— Cómo de mí? ¿Que me han encontrado Vds. en falta? ¿Puedo saber lo que se decía? Porque será sin