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pudiese prometer algo, ó dejar que se viese lo que podria producir mas adelante.

Resuelto el problema, se dedicó con mas ahinco á sus tareas comerciales, por mas que no las hubiese descuidado nunca. Comprendia que en la casa en que estaba haria carrera, pero no tan pronto como parecian exigirlo sus deseos, de modo que no era completamente feliz.

En aquel tiempo no habia vuelto á oir hablar de Dupont. Su ex-amigo estaba retirado de la escena, quizá para volver á sus proyectos un poco mas tarde, quizá para abandonarlos para siempre. Pero ahora no es el instante de ocupamos de él.

Ernesto habia dado toda su amistad á Dolores, y la buena mujer se mostraba agradecida por ello. Era el único confidente del jóven, con quien conversaba diariamente largas horas. El asunto de la conversacion era siempre Manuela, como se supone.

Una noche hablaban los dos en el aposento de la viuda.

— Así, pues, decia Dolores, ¿usted no la ha dicho nada? ¿Está usted tan adelantado como al principio?

— No la he hablado una palabra.

— De veras! exclamó ella con cierto asombro, por