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perspectiva de que se reanudaran las relaciones entre Manuela y Ernesto, la llenaba de gozo.

Pocos dias despues, Armando fué á visitar á la jóven. Ernesto fué avisado inmediatamente, y se presentó cuando menos lo esperaban. Hazlo-todo lo miró con extrañeza. La niña sintió latir con violencia su corazon, como si quisiera anunciarle que iba á tener lugar ante sus ojos una escena de la mayor importancia.

— Señorita, dijo Ernesto, de pié en medio de la habitacion, hace algunos meses se me ha calumniado de la manera mas villana, y hoy quiero vindicarme ante usted. Este caballero, que está aqui presente, es el autor de la noticia que me ha hecho perder en su concepto, noticia completamente incierta, por otra parte.

Armando se levantó, rojo de cólera, pero consiguió dominarse.

— Ignoro de qué quieres hablar, dijo tranquilamente, clavando su mirada en Ernesto. Yo no me he ocupado de tí, y no he dicho nada que te sea desfavorable.

Manuela permaneció en silencio.

— Se ha dicho de mi, por medio de un diario, pro-