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siera llamar á su amigo, pues tenia necesidad de hacerle una pregunta.

— Tome Vd. una bocina, dijo á Ernesto. Así podrá escuchar lo que él diga.

A pénas he:ho esto, oyeron una voz que preguntaba:

— Quién me llama?

El reporter se apresuró á contestar:

— Soy Coleti.

— Ah! Cómo estás? qué quieres?

— Simplemente hacerte una pregunta. ¿El jóven que cenó con nosotros la otra noche, es el mismo del suelto aquel?

— Si.

Ernesto se puso rojo de vergúenza.

Parecíale que él era el verdadero culpable.

— Ja! ja! ja! Está bueno! exclamó el reportero ¿Y cómo son Vds. tan amigos? ¡Apuesto á que hay una historia por medio!

— No te equivocas.

— Vamos! Cuéntame. ¡Qué demonios! ¡Entre amigos! ¿De qué se trata?

— No puedo decírtelo. Es un secreto.

— Cuenta, hombre, cuenta!