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— La he revelado mi secreto y ahora quisiera hacerle una pregunta. ¿Me ama Vd?

— No, respondió la jóven sencillamente.

— Podrá Vd. amarme algun dia?

— No lo creo.

Armando estuvo por desconcertarse, pero haciendo un esfuerzo sobre sí mismo, se dominó.

Ya hemos dicho que era un ser excepcional.

Por mas que en aquella ocasion estuvieran en juego sus sentimientos, por mas que amara verdaderamente á Manuela, tenia tal poder, tal fuerza de voluntad, que lo que pasaba en su interior no se reflejaba en su rostro. Su voz era natural, como en las circunshncias normales de su vida, su ademan reposado, su mirada intensa é investigadora.

— Me permitirá Vd., por lo menos, continuó, que venga de cuando en cuando á su casa, para tratar de que cambien sus sentimientos á mi respecto?

— No veo en ello inconveniente alguno. Pero estoy asi segura de que Vd. perderá su tiempo lastimosamente.

Y Manuela se levantó, dando así por terminada la entrevista.

Armando hizo lo mismo.