Dolores se detuvo aquí. Su memoria no guardaba un solo verso mas.
— Solo esos sabe Vd.? ¡Qué lástima! Son muy hermosos! dijo don Miguel.
Y despues de un instante de silencio:
— Pero nos olvidamos de Ernesto, prosiguió. Vaya Vd. á hablarle. Ya debe haber vuelto.
— Voy al instante.
Y Dolores salió. Al mismo tiempo llegaba Manuela al lado de don Miguel.
— Se vá Dolores? preguntó.
— Sí, pero volverá dentro de un rato.
— Ah! Entonces la esperaremos.
Entre tanto la buena mujer habia entrado á la habitadon de Ernesto. El jóven estudiaba.
Al escuchar pasos levantó la cabeza.
— Ah! Es Vd, dijo.
— Sí, don Ernesto. ¿Sigue Vd. bien?
— ¿Qué quiere Vd. decir?
— Como el otro dia se quedó Vd. en cama y con mucha fiebre...,
— Ya estoy bueno, gracias, murmuró dulcemente, agradeciendo con los ojos á Dolores esa muestra de
interés.