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— Pero, ya debe ser tarde.

— Sí; está oscureciendo.

— Lo sé porque comienzo á ver. ¡Por desgracia solo de noche distingo vagamente los objetos! Manuela trabaja, sinó me hubiese muerto ya de hambre! ¿No le parece á Vd, que mi suerte es muy dolorosa? Comprendo que mi hija sufre en silencio, y resignada; pero no puedo prestarle ayuda. Ah! Si Vd. supiera lo que es estar ciego! ¡Las sombras por todas partes!... Cuando camino, tengo que ir con los brazos extendidos, tambaleándome como un beodo ... Y luego me es imposib!e trabajar!.... Sus débiles manos de niña tienen que ganar mi sustento. Ah! Si pudiese serle útil en algo!...

Manuela se presentó. Habia escuchado las últimas palabras de su padre.

— Serme útil en algo! dijo. ¿Crées, papá, que si no estuvieras á mi lado, seria yo tan felíz? Oh! nó! Comprendo que apesar de todo tu serás siempre mi guía. Cuando trabajo, cumplo con un deber de reconocimiento hacia tí, que tanto me quieres. Eso halaga mi amor propio, y me contenta. A tu lado soy dichosa, muy dichosa. Si yo nada hiciera y tu llenaras con tu trabajo todas nuestras necesida-