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XXII

SUCESO

A pesar de todo, ni don Miguel ni Dolores estaban convencidos de que Ernesto se hubiera hecho despreciable. La conducta de Manuela para con él, les disgustaba mucho.

El anciano y Dolores habían congeniado, por decirlo así. Se confiaban uno á otro sus penas, tratando de consolarse del mejor modo posible. Los unía el parentezco de la desgracia, en que, mas ó menos, ambos yacían.

Sin embargo, el respeto de Dolores hácia don Miguel era siempre el mismo. La amistad y la confianza que reinaban entre ellos, no la habían hecho olvidar de que este ocupaba en la sociedad un puesto mas alto que el suyo, á pesar de que fuese tan pobre cono ella. Por otra parte,