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aún? El la amaba demasiado para ofrecerla su mano. No lo haría hasta que la fortuna se hiciera mas propicia.

La lucha era inmensa, pero nada, en el exterior, revelaba las tempestades que rujian por dentro. Acostumbrado á sufrir, Gonzalez supo ocultar á la vista de todos su pena y sus dolores.

A veces, cuando estaba solo, estallaba su ira. Con los ojos humedecidos y las manos crispadas, pedia al cielo la razon de su pobreza. Entonces envidiaba á los que se pasean ostentando insolente­mente su dinero y su poder. Pero pronto reaccionaba.

— Toda cambiará, decía. La fortuna me ha de favorecer como á tantos otros. Tengo confianza en ella.

Y el sol del siguiente dia alumbraba el mundo sin que su suerte hubiera mejorado.

Aquel amor lo torturaba, porque no tenia una persona amiga en cuyo pecho pudiera depositar sus penas. El amor necesita expansion, al menos él lo creia así. Los dolores parece que se aminoran cuando se confían á un amigo.

Manuela, entre tanto, trabajaba para sus padres. Cuando Gonzalez entraba á visitarlos, sonreía. ¿Por