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otros pasos fuertes y sonoros. La noche estaba oscura y fria. Gruesas y pesadas nubes se cernian en el espacio, como gigantescas bolas de algodon teñido de negro, y entre alguno que otro intersticio se veia relucir una estrella, comparable á un ojo lleno de luz, que mirara fijamente al mundo desde el espacio.

El jóven, acosado por mil pensamientos, á cual mas triste y doloroso, solo atendia á lo que pasaba en su interior. Su cabeza parecia querer estallar. Su frente ardia. La fiebre habia hecho presa de él. Poco á poco fué acelerando su marcha, sin darse cuenta de ello. Por fin caminó tan de prisa que la luz de los faroles pasaba rápidamente ante él, proyectando su sombra, gigantesca á veces como la de un coloso, ó pequeña y rechoncha como la de un enano, segun se aproximaba ó se apartaba de los radios iluminados. Ernesto sintió que sus miembros comenzaban á entumecerse.

Con las manos en los bolsillos y el sombrero calado hasta las cejas, trataba en vano de calentar su cuerpo del que se habia apoderado un frio mortal. La rapidez de su marcha no bastaba para hacerlo entrar en calor. De pronto un relámpago cruzó la