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Además aquel recuerdo la heria. Él lo comprendia así.

Vislumbró un poco de cariño, un poco de amor quizá, perdido por su culpa. Porque de otra manera no podia esplicarse la crueldad de la jóven; su falta era grande, si, pero podia ser perdonada por una amiga, no por una mujer que lo amase, porque era noble y bueno. Sin embargo, le parecia que Manuela debia tener otra causa de enojo; él habia hecho una cosa indigna, pero no tan infame que mereciera ese desprecio, velado si, pero no menos grande por eso. Las palabras de la jóven habian sido, en cierto modo, medidas y corteses, pero tras esa apariencia engañosa se ocultaba una acusacion.

Estas reflexiones eran hechas por él en la calle, delante de la puerta de su casa, inmóvil y silencioso, mirando con indiferencia las pocas personas que pasaban por su lado. Habia salido porque se ahogaba en su cuarto, pero una vez fuera permaneció sin saber dónde dirijirse, sin darse cuenta de nada de lo que sucedia á su alrededor. El frio de la noche lo hirió, haciendo que comenzase á caminar á lo largo de las calles desiertas y abandonadas, cuyo éco respondia á sus pasos con