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La fé es lo último que abandona á los corazones formados como el de Manuela.

D. Miguel, entre tanto, sufria en silencio. Sus motivos de pena eran muchos y sin embargo nunca dejó escapar una queja contra su destino, injusto por demás.

La muerte de su Eujenia; la depravacion de Ernesto, en la que, á pesar de todo, él no creia; su imposibilidad absoluta de dedicarse al trabajo; la miseria que iba acercándose paso á paso, terrible, espantosa, con todos sus gritos de agonia, oon todas sus desesperaciones inmensas.... la abnegacion de su Manuela, de esa niña débil é inocente, que estaba destinada á sufrir tanto por su causa...

Todo esto lo volvia loco, lo atormentaba sin descanso, haciendo que su vida fuese un martirio lento é insoportable. A veces deseaba la muerte, pero luego se arrepentia. El era un apoyo para su hija, aunque no lo pareciera. Sus consejos podian guiarla, si la pobreza la empujara al precipicio ...

¡Ah! Pero eso era imposible! ¿Caer Manuela? No! Las personas como ella no caen ... Morir de hambre, sí... Caer ¡no!

La cabeza del infeliz anciano era un caos, caos