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esa familia desamparada y la prestaba todos esos pequeños servicios que nada cuestan, al parecer, y que son siempre una prueba de bondad y de simpatía.

Mucho la apesadumbró la triste noticia. Ella sabia Jo que era estar un mes sin trabajo, sabia lo que eran necesidades.

Aunque jóven, pues no pasaba de los treinta, habia perdido ya á su marido — un buen sujeto empleado en el ferro-carril del Oeste— y tenia que ganarse la vida cosiendo ropa blanca.

Despues de una pequeña enfermedad se encontró sin ocupacion, y la hubiese faltado hasta lo mas preciso, si no hubiera tenido algunos ahorros, reunidos á fuerza de privaciones.

Compadeció mucho á Manuela, pero.... ella nada podia hacer.

La jóven buscó trabajo en todos los dias subsiguientes, pero en vano. ¡Hasta el modo de ganar para comer falta algunas veces!

Sin embargo no desesperaba.

— ¡Oh! Dios me ayudará, se decia. Mi madre. que está junto á Él, ha de hacerle recordar mis

sufrimientos, y el consuelo vendrá pronto.