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amaba y lo sabia. Pero lo sabia vagamente, sin darse cuenta de ello. Era como si presintiera el despertar de su corazon, dormido hasta entónces. Una vez, sobre todo, le conmovió su presencia. Don Miguel dormia en un sillon. Eugenia agobiada por la enfermedad estaba en ese estado semejante al sueño, pero que tanto dista de él, en que se ven visiones horrorosas, en que uno parece descender vertiginosamente á los abismos... Manuela, junto á su madre, bordaba, dirigiendo hácia ella, de vez en cuando, sus ojos que decían tántas cosas. Cuando Ernesto entró, saludóle afablemente y volvió al punto á su trabajo.

La imágen de Manuela, sentada junto al lecho de su madre, no se separó desde entónces de la imaginacion de Ernesto. Aquel día comprendió que la amaba.