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Y el jóven, tomando la botella y como para probar á Armando que no estaba vacia, derramó el espumoso líquido en los manteles. Luego exclamó con voz de borracho, y entornando un poco los ojos:

— Ja, ja, ja! Se ha derramado. ¡Que risa!...

Aquello era repugnante. Ernesto no acostumbrado á beber, estaba loco ya. Su rostro habia sufrido un cambio inmenso; estaba sudoroso y amarillo...

La llegada de los licores fué saludada por él con gritos y risas estrepitosas.

— Bebamos, dijo.

Y comenzó á llenar dos copas; pero como su mano temblaba, derramó la mitad del contenido de la botella en la mesa.

-Dame un cigarro, añadió. ¿Crées que no fumo?

Y bebió la copa, buscando fósforos con que encender el puro que le diera Armando.

Pero un instante despues sus ojos se fueron cerrando poco á poco, y no tardó en dormirse, teniendo aun el puro encendido entre los lábios. En el primer momento quedó firme en la silla, pero luego fué inclinándose hasta llegar casi al suelo. Despues continuó su descenso sin notarlo, hasta que cayó del todo y quedó tendido bajo la mesa; pero, ni