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para esa comida, y despues de que les hubieron servido continuó:

— Excasísimo de fondos andaba hace algunos meses, y sabiendo que un diario pagaba por los artículos que le eran enviados, resolví hacer una visita á cierto establecimiento que está á algunas leguas de la Capital, y hacer su descripcion. Tomé el tren, luego un caballo, pasé el dia haciendo anotaciones y visitando edificios, volví al anochecer y escribí un largo reportaje. «Vamos, decia para mí, aquí tengo con qué salir de penas. El viaje y el almuerzo me han costado cuatro nacionales; por poco que me paguen, siempre me darán diez ó quince.» Y halagado por estas ilusiones, terminé el artículo y lo envié á la imprenta. Al dia siguiente lo vi en las primeras columnas del citado diario, como cosa buena (y lo era á decir verdad, y dejando á un lado la modestia.) Las hojas de la tarde reprodujeron varios fragmentos; en fin, el reportaje, tuvo el mejor éxito. «¡Cuánto me irán á pagar! pensaba yo. Sin duda no tendré que quejarme.» Y al dia siguiente envié por el dinero. ¿Cuánto crees tú, que

me dieron por lo que tanto trabajo me habia costado?