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— Adios.

— Ah! me. olvidaba! Mañana es mi cumpleaños y deseo que comas conmigo; en seguida iremos al teatro; quiero que olvides tus penas.

— Acepto, murmuró él.

Armando salió y Ernesto entregóse de nuevo á la lectura, apartándose de todo cuanto le rodeaba. Hazlo-todo se presentó en casa de Manuela, é hizo comprender por medio de hábiles frases, su pesar por la muerte de Eugenia, sin incurrir en esa crueldad de los que, al hacer la visita de pésame, renuevan con sus mentidas palabras de dolor, las heridas no cicatrizadas aún, de los que han sufrido una pérdida irreparable. Dupont era todo un diplomático.

Llevó la conversacion al punto que deseaba, es decir á que se tratase de Ernesto. Como la vez primera, encontró en falta á la jóven, y no le quedó ni la sombra de una duda. Manuela amaba á Gonzalez.

Al salir, Dupont iba mrumurando:

— Le quiere, le quiere...Pero mañna... a cena... ¡Ya veremos!