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instante con la presencia de Manuela, para sumirse de nuevo y poco despues, en la sombra, habíase hecho ambicioso. Queria brillar, y trataba de instruirse para poder conseguirlo. Hacia media hora que leía cuando se presentó Hazlo-todo en su habitacion.

— Sabes lo que ha sucedido? preguntóle en cuanto lo vió.

— Qué? Algo extraordinario?

— Sí.

Y el jóven le relató la muerte de Eugenia, el entierro, el dolor de la infeliz familia, y por fin la entrevista con Manuela, que acabamos de narrar.

— ¡No haberlo sabido antes! pensó Dupont.

— ¿Qué consecuencia sacas del resultado de esa entrevista? preguntó Ernesto. ¿No te parece que ella no quiere aceptar ninguna de esas pequeñeces que implican siempre un lazo de union?

— Ya te lo habia dicho.

— Yo lo creía tambien! exclamó el jóven.

Nadie es tan fácil de engañar como un enamorado, cuando se trata de desvanecer sus esperanzas.

— Vamos, no te desesperes; confía en la suerte.

Yo voy á casa de Arello.