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— ¿Qué ha sucedido? preguntó Dolores asombrada.

— ¡Que Ernesto me ha dicho que yo le debia la mitad de la suma verdadera!

— Oh! Don Ernesto! exclamó la buena mujer conmovida hasta las lágrimas; y levantándose, fué á estrechar entre las suyas la mano del noble jóven.

— Cuente vd. con mi agradecimiento, que durará toda mi vida, murmuró Manuela entregándole el dinero. Lo que vd. ha hecho es muy honroso, muy digno de vd. Yo le doy las gracias en nombre de mi madre, y con las lágrimaq en los ojos!...

El jóven permaneció mudo. Por una parte le agradaba esa frase de agradecimiento y cariño, por la otra le dolia que Manuela no hubiese querido aceptar la ofrenda que le hacia de todo corazon.

— Claro está, pensaba. Si no me hubiera devuelto el dinero, hubiera aceptado en cierto modo un lazo de union entre nosotros. Y ella no lo quiere, bien lo sé!....

Pocos instantes despues salió de la habitacion