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NOBLEZA

Al anochecer Manuela volvió de la especie de letargo en que parecia sumida. Era domingo, de modo que ni Ernesto ni Dolores habian tenido que separarse de su lado. Por esa causa encontróse rodeada de los mas solícitos cuidados. El anciano, fatigado por los sufrimientos y por la noche pasada en vela, habíase dormido en la silla que ocupaba. La jóven se levantó y acercándose á Ernesto; le dijo:

— Vd. debe tener la cuenta de los gastos ocasionados por la muerte de mi maure. ¿Quiere Vd. dármela?

— Señorita... no es este el momento de hablar de esas cosas.

— Es verdad, añadió Dolores.