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EL HACHA DE HUAYCAMA.

POR
JUAN B. AMBROSETTI.


Á la memoria de Adán Quiroga.

Intrigado por el artículo que mi inolvidable amigo y colega publicó bajo este mismo título[1], pedi al mismo la pieza original para estudiarla, y poco antes de su repentina muerte, al querer devolvérsela, con su desprendimiento habitual, me la regaló, pidiéndome que rectificase alguna vez el error de interpretación de la figura que la adorna y que habia cometido en un momento de entusiasmo.

Corazón noble, abierto á todas las espansiones, espíritu de poeta pronto á vibrar ante cualquiera emoción, fué sorprendido por el interesante hallazgo, y observando mal desde el primer momento, sugestionado por la importancia de lo que creyó ver y por lo que. creyeron vor los otros que lo rodeaban, incapaz de dudas y desconfianzas y, por fin, apremiado por la redacción de la revista que le exigía el material prometido, dió rienda suelta á su fantasía, tan rica y variada siempre y lanzó su artículo con toda buena fe.

Quien haya conocido al Dr. Quiroga encontrará exactas estas afirmaciones y le disculpará su error, tanto más cuanto que la redacción de estas líneas puede considerarse como ordenada por él.

Nuestra arqueología mucho debe al Dr. Quiroga; sus trabajos, sus colecciones siempre generosamente puestas á la disposición de todos los estudiosos; sus grandes sacrificios pecuniarios en sostener viajeros que le reunieran objetos; sus viajes y expediciones costeadas por su propio peculio, le dan títulos más que suficientes para que su memoria sea siempre estimada y respetada por todos los americanistas y en particular por nosotros los Argentinos.

Por estas razones, y en nombre de la amistad que nos ha unido y como poseedor de esa pieza original, antes que la acritud ó la malevolencia puedan ensañarse con su memoria, cumplo con este deber


  1. Véase la revista «Estudios» tomo v, pág. 298 y sig.