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Ana Karenine

«Á Dios gracias—pensó Ana—han hecho las paces del todo.»—Y muy satisfecha de haber conseguido su objeto, acercóse á Dolly y la besó.

—No sé por qué nos desprecias tanto á Matvei y á mí—dijo Estéfano Arcadievitch á su esposa, sonriendo ligeramente.

Durante aquella noche, Dolly se mostró un poco irónica con su marido, manifestándose éste contento, aunque en una justa medida, cual si hubiese querido dar á conocer que el perdón no le hacía olvidar sus errores.

Á eso de las nueve y media habíase entablado una conversación muy viva y animada al rededor de la mesa, mientras se tomaba el té, cuando sobrevino un incidente, harto común al parecer, pero que se consideró extraño.

Se hablaba de un amigo de San Petersburgo, y Ana se levantó de improviso, diciendo: —Tengo su retrato en mi álbum, voy á buscarle, y os enseñaré á la vez el de mi pequeño Sergio.

Por lo regular, solía dar las buenas noches á su hijo, cuando éste debía acostarse, á eso de las diez; y con frecuencia le dejaba en su lecho antes de irse al baile. En el instante de recordar esto, sobrecogióle profunda tristeza por hallarse tan lejos de él: y por más que hablase de otra cosa, su pensamiento volvía al niño, con sus rosadas mejillas y su cabello rizado. Por esto sintió el deseo de ir á mirar su retrato, para decirle una palabra desde lejos.

Salió del salón con el paso ligero y decidido que le era peculiar, y acercábase ya á la escalera que conducía á su cuarto, y que daba sobre el vestibulo de la entrada principal, cuando sonó un campanillazo.

—¿Quién puede ser ?—dijo Dolly.

—Es demasiado pronto para que vengan á buscarme—observó Kitty—y muy tarde para una visita.

—Sin duda traen papeles para mí—dijo Estéfano.

Ana vió al criado correr para anunciar al visitante; mientras que éste esperaba, iluminado por la lámpara del vestíbulo, Inclinóse sobre la rampa para mirar, y reconoció al punto á Wronsky; su presencia le produjo una extraña impresión de alegría y de temor; estaba de pie, sin quitarse el paletó, y buscaba una cosa en el bolsillo. Cuando Ana llegaba á la mi-