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Ana Karenine

Levine; y por la otra un lechuguino conio ese caballerito que sólo quiere divertirse.

—¡Vaya unas ideas!

—Ya las recordarás, aunque demasiado tarde, como sucedió con Dachinka..

—¡Vamos! está bien; no hablemos más de ello—replicó la princesa, á quien el recuerdo de la pobre Dolly hizo enmudecer.

—¡Tanto mejor; buenas noches !

Los esposos se abrazaron, haciéndose mutuamente la señal de la cruz, según costumbre, pero conservando cada cual su opinión, y después retiráronse.

La princesa. persuadida poco antes de que la suerte de Kitty había quedado asegurada aquella noche, sintió debilitada su convicción por las frases de su esposo; y cuando volvió a su cuarto, pensando con terror en aquel porvenir desconocido, hizo como Kitty; repitió muchas veces las palabras: «¡ Señor, Señor, compadeceos de nosotros!»

XVI

Wronsky no habia conocido nunca la vida de familia; su madre, mujer de mundo, muy brillante en su juventud, había tenido durante su estado de casada, y sobre todo después, aventuras novelescas, de las cuales todo el mundo habló. No había conocido a su padre, y se educó en el Cuerpo de pajes.

Terminados sus estudios de una manera brillante, y apenas salió del colegio con el grado de oficial, ingresó en el Circulo militar más elegante de San Petersburgo. Presentábase en sociedad de vez en cuando, pero ninguna cuestión de amor le atraía.

En Moscou fué donde experimentó por primera vez el encanto de la sociedad familiar y del trato con una joven distinguida, amable y candida, de la cual comprendió que era amado. Este contraste con la vida lujosa, pero ruda, de San Petersburgo le sedujo, y no pensó que pudieran tener inconveniente sus relaciones con kitty. En el baile la invitaba de