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Ana Karenine

como el autor de la diversión; este juego, por lo menos, tiene algún sentidoanciano prínWronsky fijó una mirada de asombro en cipe, y volvióse hacia la condesa de Nordstone sonriendo: un momento después hablaban de un baile que se debía celebrar la semana siguiente.

ANA KARENINE —Espero que no faltará usted—dijo á Kitty.

Apenas el anciano príncipe le hubo dejado, Levine se esquivó; y la última impresión que conservó de aquella noche fué el rostro risueño de Kitty al contestar á Wronsky sobre el baile.

XV

Aquella misma noche, Kitty refirió á su madre lo que había pasado entre ella y Levine. Aunque sentía haberle contristado, halagaba su amor propio que la hubiera pedido por esposa; pero aun teniendo la convicción de haber obrado bien, pasó mucho tiempo sin que pudiera dormir. Lo que más la impresionaba era recordar el aspecto de su pretendiente cuando, de pie junto al anciano príncipe, fijaba en ella y en Wronsky una mirada sombría y triste. Entonces, las lágrimas se agolparon á sus ojos; mas pensando al punto en aquel que le reemplazaba, representóse vivamente sus varoniles y hermosas facciones, su calma llena de distinción y su expresión benévola; recordó el amor que la manifestaba, y en su alma renació la alegría.

"¡Esto es triste, muy triste—se decía;—pero yo no puedo hacer nada, ni tengo la culpa.» Sin embargo, una voz interior le repetía lo contrario, y por eso no era su dicha tan completa; de modo que hasta el momento de dormirse no dejó de repetir: «¡ Señor, Señor, compadeceos de mi!» Entre tanto, en el gabinete del príncipe se había producido una de esas escenas que tan á menudo se renovaban entre los esposos acerca de su hija preferida.

—¡Ya te diré lo que es!—repetía el príncipe, levantando un brazo. No tienes orgullo ni dignidad, y estás perdiendo á nuestra hija, buscándola esposo de una manera baja y ridícula.