Página:Ana Karenine Tomo I (1887).pdf/65

Esta página no ha sido corregida
63
Ana Karenine

cabello, negro y corto, hasta su uniforme, era sencillo y elegante.

Wronsky dejó pasar á la dama, que entraba al mismo tiempo, acercóse en seguida a la princesa, y después á kitty. Parecióle á Levine que al aproximarse á la joven sus ojos tomaban una expresión de ternura, y que su sonrisa era de triunfo; presentó su mano, algo pequeña, é inclinóse respetuosamente.

Después de saludar á las personas presentadas y de cambiar algunas palabras, sentóse sin haber dirigido una mirada é Levine, que no le perdia de vista.

—Permítanme ustedes, caballeros—dijo la princesa, indicando con un ademán á Levine—presentarles uno á otro;—y dirigiéndose sucesivamente á los dos, añadió: — Constantino Dmitritch Levine; el conde Alejo Kirilovitch Wronsky.

Este último se levantó y fué á estrechar amistosamente la mano de Levine.

—Me parece—dijo con franca sonrisa que debí comer con usted el invierno pasado; pero su repentina marcha al campo lo impidió.

—Levine desprecia la ciudad y sus habitantes, y huye de una y otros—dijo la condesa.

—Supongo que mis palabras la impresionan á usted vivamente, puesto que tan bien las recuerda—dijo Levine. Y echando de ver que repetia las mismas palabras que antes, se ruborizó.

Wronsky miró á Levine y á la condesa y sonrió.

—¿Con que sigue usted viviendo en el campo? — preguntó Wronsky. —Debe ser muy triste en invierno.

—No cuando hay ocupación — replicó Levine con tono adusto—y además, nadie se aburre solo.

—Á mí me gusta mucho el campo—dijo Wronsky, notando el tono de Levine, pero sin darse por entendido.

—Supongo que no consentiría usted en vivir siempre allídijo la condesa.

—No lo sé, porque nunca he residido mucho tiempo; pero debo decir que nunca eché tanto de menos el campo, es decir la verdadera campiña rusa, como durante el invierno que pasé en Niza con mi madre. Esta ciudad es muy triste; y en cuanto á Nápoles y Sorrento, no valen tanto como se dice.