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Ana Karenine

Cinco minutos después anunciaron á una amiga de Kitty, casada desde el invierno anterior: era la condesa de Nordstone, mujer seca, de cutis amarillento, nerviosa y enfermiza, y que se hacía notar por sus grandes ojos negros y brillantes.

Amaba á Kitty, y su afecto, como el de toda mujer casada á una joven, traducíase por un vivo deseo de que contrajese matrimonio según sus ideas de felicidad conyugal: deseaba que se uniese con Wronsky. Levine, á quien encontraba con frecuencia en casa de los Cherbatzky á principios del invierno, le desagradó siempre, y su mayor placer, cuando le encontraba, consistía en mortificarle.

« Me agrada bastante que me mire desde su encumbrada posición y no me entretenga con sus conversaciones sabias, porque soy demasiado ignorante para que consienta en tratarse conmigo. Me alegro mucho de serle antipática »»—decía siempre al hablar de él.

Tenía razón en el sentido de que Levine, efectivamente, no podía sufrirla, despreciando en ella aquello de que más se gloriaba la condesa, considerándolo como una buena cualidad: era su temperamento nervioso, su indiferencia y su desdén para todo lo que juzgaba material y tosco.

Entre Levine y la condesa Nordstone se estableció, pues, ese género de relaciones que con frecuencia se encuentran en el mundo, y por las que dos personas, amigas al parecer, se desprecian en el fondo de tal manera, que ya no se pueden ofender por lo que se digan mutuamente.

La condesa la emprendió al punto con Levine.

—¡Ah, Constantino Dmitrievitch !—exclamó, ofreciendo su pequeña mano seca—ya está usted de vuelta en nuestra abominable Babilonia, como llamaba á Moscou el invierno pasado. Es Babilonia la que se ha convertido, ó es usted quien se ha viciado?—preguntó, mirando de soslayo á Kitty con burlona sonrisa.

—Me lisonjea mucho, condesa, que recuerde usted con tanta exactitud mis palabras—contestó Levine, que habiendo tenido tiempo para recobrarse, tomó al pronto el tono agridulce propio de sus relaciones con aquella dama;—se conoce que la impresionaron á usted muchísimo.

¡Ya lo creo! Como que tomé nota de ellas! ¿Y qué tal, Kitty, has patinado hoy también?