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Ana Karenine

por ejemplo, desprecias el servicio del Estado porque no ves ninguna influencia social útil, y porque, según tú, cada acto debería responder á un objeto preciso; quisieras que el amor y la vida conyugal no fuesen sino una cosa. Todo esto no existe; y además, el encanto, la variedad y la belleza de la vida consisten precisamente en los matices.

Levine suspiró sin contestar; ya no escuchaba, y pensaba sólo en sus propios asuntos.

De pronto, comprendieron los dos que aquella comida, que hubiera debido acrecentar su intimidad, los desunía, aunque sin alterar su afecto; cada cual no pensó ya sino en lo que le concernía, sin cuidarse de su compañero. Oblonsky conocía este fenómeno, por haber hecho la experiencia varias veces después de comer, y también sabía lo que debía hacerse en tal caso.

La cuenta !—gritó.

Y levantóse para pasar á un gabinete inmediato, donde encontró un ayudante de campo amigo suyo, con quien trabó al punto conversación sobre una actriz y su protector. Esta conversación alivió á Oblonsky del efecto que le produjera la que había tenido con Levine, pues su amigo le ocasionaba una tensión de espiritu muy fatigosa siempre.

Cuando el mozo se presentó con la cuenta de veintiocho rublos y los cigarros, sin olvidar la propina, Levine, que como campesino se habría espantado en cualquiera otra ocasión al ver que debía pagar catorce rublos por su parte, no fijo la atención en ello; pagó y se fué á su casa para cambiar de traje á fin de asistir á la reunión de los Cherbatzky, donde se iba á decidir su suerte.

XII

La joven princesa Kitty Cherbatzky tenía diez y ocho años, y aquel invierno presentábase por primera vez en el mundo aristocrático; pero ya tenía más partido que sus dos hermanas mayores, más del que su madre hubiera esperado. Sin hablar de toda la juventud danzante de Moscou, más o menos enamorada de Kitty, habíanse presentado ya dos pretendien-