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Ana Karenine

₁ —Déjame en paz con tu Evangelio; Jesucristo no hubiera pronunciado jamás las palabras que dijo si le hubiera sido dado conocer el mal uso que de ellas se haría; eso es todo lo que se retiene del Evangelio. Por lo demás, reconozco que es una impresión personal y no otra cosa. A mí me disgustan las mujeres caídas, como á ti las arañas; para esto no has tcnido necesidad de estudiar las costumbres de esos insectos, ni yo las de esos seres.

—Es muy cómodo juzgar así; tú haces como aquel personaje de Dickens que arrojaba con la mano izquierda por encima del hombro derecho todas las preguntas espinosas; pero negar un hecho no es contestarme.¿ Qué hacer? Dime qué debo hacer.

—No robar el pan tierno.

Estéfano Arcadievitch soltó la carcajada.

—¡Oh moralista! Pero hazte cargo de la situación: hay dos mujeres; la una se prevale de sus derechos, y éstos se reducen á tu amor, que ya no puedes otorgarle; mientras que la otra los sacrifica todos sin exigir nada. ¿Qué se ha de hacer?

¿Cómo se procederá en este caso? Es un drama espantoso.

—Si quieres conocer mi opinión, te diré que no creo en el drama, y voy a explicarte por qué. Á mi modo de ver, el amor, ó más bien los dos amores, tales como los caracteriza Platón en su Banquete, ya te acordarás, sirven de piedra de toque á los hombres; los unos, sólo comprenden uno de aquellos; los otros no los comprenden; y los que no conocen el amor platónico no tienen motivo alguno para hablar de drama. ¿Y puede existir en tales condiciones? «Estoy muy agradecido por el recreo de que he disfrutado; he aqui todo el drama. El amor platónico no puede conocer otra cosa, porque en él todo es claro y puro, porque...

De repente, Levine recordó sus propias faltas y las luchas interiores que había debido sostener, y añadió de una manera inesperada: —Bien mirado, tal vez tengas razón; es muy posible. Yo no sé nada, absolutamente nada.

—Ya lo ves—repuso Estéfano Arcadievitch—tú eres hombre de una sola pieza; es tu mejor cualidad y también tu defecto. Porque tienes ese carácter, querrías que toda la vida se compusiera de acontecimientos también de una pieza. Así,