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Ana Karenine

"¡Qué buen muchacho!—pensaba entretanto Kitty al entrar en la casita, seguida de la señora Linón, y mirando á Levine con cariñosa sonrisa, como si fuera un hermano querido. —¿Es culpa mia? Me he conducido mal? Sé muy bien que no es él á quien amo, mas no por eso dejo de estar menos contenta en su compañía. ¡Es tan bueno! Pero ¿por qué me habrá dicho eso?

Al ver á Kitty salir con su madre, que iba á buscarla, Levine, muy colorado aún á causa del ejercicio violento que acababa de hacer, detúvose y reflexionó, quitóse los patines y fué á reunirse con la madre y la hija á la salida.

—Me alegro mucho de ver á usted—dijo la princesa;—recibimos los jueves, como siempre.

—Entonces será hoy.

—Nos complacerá mucho verle á usted—contestó la princesa con sequedad.

Este tono afligió á Kitty, que no pudo menos de hacer algo para dulcificar el efecto producido por la frialdad de su madre. Volvióse hacia Levine y díjole sonriendo: — Hasta después !

En aquel momento Estéfano Arcadievitch, con el sombrero de lado y las facciones muy animadas, entraba con aire triunfante en el jardín; mas al ver á su suegra, su rostro tomó una expresión triste y confusa para contestar a las preguntas que le dirigió sobre la salud de Dolly. Después de haber hablado en voz baja con aspecto humilde, irguióse y tomó el brazo de Levine.

—¿Nos vamos?—preguntó;—no he dejado de pensar en ti, y me alegro mucho que no hayas faltado—añadió, mirándole con aire significativo.

—Vamos, vamos—contestó el feliz Levine, que creía oir aún el acento de Kitty al decirle «hasta después », representándose la sonrisa con que acompañó sus palabras.

—Iremos al hotel de Inglaterra ó á la Ermita?

—Me es igual.

—Pues vamos al hotel de Inglaterra—dijo Estéfano Arcadievitch, que elegía aquel restaurant porque debía allí más dinero que en el otro, pareciéndole indigno de él no darle la preferencia. Me alegro que hayas venido en tu coche porque yo he despedido el mío.