Página:Ana Karenine Tomo I (1887).pdf/37

Esta página no ha sido corregida
35
Ana Karenine

Después de pedir las señas de Nicolás al criado de Sergio Ivanitch, Levine se puso en camino para ir á buscarlo; pero cambiando luego de idea, aplazó su visita hasta la noche.

Ante todo, á fin de tener la conciencia tranquila, quería resolver la cuestión que le había llevado á Moscou; y por eso fué á buscar á Oblonsky. Cuando supo dónde estaban los Cherbatzky, dirigióse al sitio en que pensaba encontrar á Kitty.

IX

Á eso de las cuatro, Levine dejó su isvostchik á la puerta del Jardin zoológico, y procurando contener los latidos de su corazón, siguió la senda que conducía á las montañas de hielo, cerca del sitio donde se patinaba. Sabía que la encontraria allí, pues acababa de ver el coche de los Cherbatzky á la entrada.

Hacía muy buen tiempo para patinar: á la puerta del Jardín veíanse, alineados en fila, trincos, coches de lujo, isvotschiks y gendarmes. El público se oprimía en las angostas sendas abiertas al rededor de los izbas, adornados con esculturas de madera; los añosos abedules del Jardín tenían sus ramas sobrecargadas de escarcha y de nieve.

Siguiendo el sendero, Levine se decía á sí mismo: «¡Calma, calma! Es preciso no turbarse. ¿Qué quieres, qué tienes, imbécil?» Así interpelaba á su corazón.

Pero cuanto más procuraba calmarse, más le embargaba la emoción, impidiéndole casi respirar. Una persona conocida le llamó al poco, y Levine no se fijó siquiera en ella. Acercóse á las montañas; los trineos deslizábanse con rapidez y remontaban luego por medio de cadenas, oyéndose un incesante crujido, y rumor de voces alegres y animadas. A pocos pasos de allí se patinaba, y entre los que se entregaban á este ejercicio, la reconoció muy pronto; supo que estaba á su lado por la alegría y el temor que embargaron su alma.

De pie, junto á una señora, en el lado opuesto al en que Levine se hallaba, la señorita de Cherbatzky no se distinguía de las personas que la rodeaban ni por su actitud ni por su