Página:Ana Karenine Tomo I (1887).pdf/29

Esta página no ha sido corregida
27
Ana Karenine

El secretario se alejó confuso. Durante esta breve conferencia, Levine había tenido tiempo para reponerse, y de pie detrás de la silla en que se apoyaba, escuchó el diálogo con atención irónica.

—No comprendo—dijo—no comprendo.

Oblonsky son—¿Qué es lo que no comprendes?—repuso riendo también, y buscando un cigarrillo.

—No comprendo lo que haces—repuso Levine encogiéndose de hombros—ni me explico cómo puedes hacer eso formalmente.

—¿Por qué?

—Porque eso no significa nada.

—Lo crees así? Pues mira, estamos agobiados de trabajo.

—Todo se reduce á papeles y garrapatos; y por cierto que tú tienes un dón especial para esas cosas.

— Quieres decir que falta algo?

Tal vez. Sin embargo, no puedo menos de admirar tu grave aspecto, y vanagloriarme de tener por amigo un hombre de tal importancia. Entre tanto, no has contestado á mi pregunta—añadió, haciendo un esfuerzo desesperado para mirar á Oblonsky de frente.

—Vamos, vamos, ya llegaremos á eso. Todo irá bien mientras que tengas tierras en el distrito de Karasinsk, músculos de acero, y la frescura de una niña de doce años. Para contestar de una vez á lo que me preguntas, te diré que no hay cambios; pero es de sentir que no hayas venido en tanto tiempo.

—Por qué?—preguntó Levine.

—Porque... ya hablaremos de eso más tarde. ¿Qué te ha traído aquí?

—También hablaremos de eso más tarde—replicó Levine, sonrojándose hasta las orejas.

—Muy bien; ya comprendo—dijo Estéfano Arcadievich.Yo te hubiera rogado que vinieras á comer á casa; pero mi esposa está enferma; si quieres verlas, las hallarás en el Jardín zoológico de cuatro á cinco, pues Kitty patina. Puedes ir; yo me reuniré allí contigo. é iremos á comer á cualquiera parte.

—Está muy bien; pues hasta luego.