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Ana Karenine

agregados á la corte y al gobierno habían sido amigos de su padre, y habíanle conocido cuando aún estaba en pañales; los demás le tuteaban, ó eran sus «buenos amigos;» de modo que tenía por aliados á todos los dispensadores de los bienes de la tierra en forma de empleos, fincas, concesiones, etc.

Oblonsky, pues, no hubo de molestarse mucho para obtener un cargo ventajoso. Tratábase sólo de evitar negativas, envidias, disputas y susceptibilidades, lo cual le era fácil, á causa de su bondad natural. Le habría parecido gracioso que le hubieran rehusado la plaza y el tratamiento que solicitaba.

¿Qué exigía él de particular? Sólo pedía lo que sus contemporáneos obtenían, y creíase tan capaz como ellos para desempeñar sus funciones.

No se apreciaba sólo á Estéfano Arcadievitch por su amable carácter y su lealtad indiscutible: en su brillante exterior había atractivo; en sus ojos de mirada penetrante, en sus negras cejas, en su cabello y en el conjunto de su persona predominaba una influencia física que producía su efecto en cuantos trataban á Estéfano. «¡Ah! ¡ahí tenemos á Stiva Oblonsky!» exclamaban todos casi siempre, con una sonrisa de placer, apenas le divisaban; y aunque no resultase nada de particular de aquel encuentro, no por eso causaba menos placer ver á Estéfano Arcadievitch uno y otro día.

Después de haber desempeñado durante tres años la plaza de presidente, Estéfano se conquistó, no solamente la amistad, sino también la consideración de sus colegas, inferiores y superiores, así como la de las personas que por sus asuntos debían ponerse en relaciones con él. Las cualidades que le valieron este aprecio general eran: primeramente, una extremada indulgencia para cada cual, fundada en el sentimiento de lo que le faltaba á él mismo; y en segundo lugar, un liberalismo absoluto, no el que predicaba su diario, sino el que circulaba naturalmente por sus venas, induciéndole á ser afable con todo el mundo, fuera cual fuese su condición. Además de esto, distinguíale su completa indiferencia por los asuntos en que se ocupaba, gracias á lo cual no se apasionaba nunca, y de consiguiente no podía incurrir en errores.

Llegado al tribunal, dirigióse á su gabinete particular, gravemente acompañado del suizo que llevaba su cartera, á fin de revestir el uniforme antes de pasar á la sala del Consejo.