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Ana Karenine

contento; mientras que yo... ¡Ah, cómo me subleva esa bondad que en él se admira!» Y su boca se contrajo nerviosamente.

—¿Qué me quiere usted?—preguntó con sequedad.

—Dolly—repitió Estéfanc conmovido—Ana llega hoy.

—Me es indiferente; no puedo recibirla.

17 —Sin embargo, es preciso, Dolly.

— Salga usted de aqui, pronto!—gritó Dolly sin mirar á su esposo, y como si un dolor fisico le arrancase aquella exclamación.

Estéfano Arcadievitch había podido permanecer sereno y hacerse ilusiones lejos de su esposa; pero cuando vió aquel semblante descompuesto, y oyó el grito de su mujer, su respiración se suspendió, parecióle que algo le obstruía la garganta, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

¡Dios mío! ¿qué falta he cometido, Dolly?

No pudo decir más, porque un sollozo ahogó las palabras en su garganta.

Dolly cerró violentamente un cajón, y volviéndose hacia su esposo, miróle con fijeza.

—Dolly—exclamó al fin—¿qué puedo decir yo? Sólo una cosa: ¡perdóname! Nueve años de mi vida compensan un minuto de...

Dolly bajó la vista, escuchando lo que su esposo iba á decir, con el aire de una persona que espera que la convencerán.

—Un minuto de extravio—añadió Estéfano; y quiso continuar; mas al oir estas palabras, Dolly oprimió los labios como por efecto de un dolor, y los músculos de su mejilla derecha se contrajeron otra vez.

—¡Vayase usted de aquí!—gritó con más fuerza y no me hable de sus extravíos y villanías.

Así diciendo quiso salir; pero faltóle poco para caerse, y cogióse al respaldo de una silla para conservar el equilibrio.

Estéfano tenía los ojos preñados de lágrimas.

— Dolly!—dijo casi llorando;—cn nombre de Dios piensa en los niños, que no son culpables; solamente yo lo soy; castigame, y dime cómo he de expiar mi falta: estoy dispuesto á todo. No encuentro palabras para expresar mi aflicción.

¡Perdóname!

TOMO I